La creciente debilidad
de la economía estadounidense y un déficit exterior galopante tiran a la baja
del billete verde y la cuestión es hasta dónde puede seguir cayendo. El dólar
sigue siendo la moneda internacional de referencia, pero los inversores ya no
le tienen la misma fe. Los países exportadores de petróleo —junto a las grandes
economías asiáticas— empiezan incluir el euro en sus ingentes reservas, en
detrimento del dólar.
Algunos, como Irán, incluso tienen previsto cobrar el
crudo en euros, por razones económicas pero también políticas.
Detrás de esa
decadencia del dólar está la debilidad de la economía estadounidense. La crisis
financiera iniciada con las hipotecas basura en agosto de 2008 ha desembocado
en la temida recesión y ha acentuado el perfil bajo del billete verde con
respecto al euro y a otras monedas, como el yen y la libra. Hay más razones.
Los norteamericanos han vivido durante años por encima de sus posibilidades,
con un déficit exterior galopante, que ronda los 750.000 millones de dólares,
más del 5% del producto interior bruto de Estados Unidos.
Aun así, es difícil que
el dólar pierda estatus. El financiero George Soros apostó en 1992 contra la
libra esterlina y ganó: la moneda británica se derrumbó. Los ataques
especulativos fueron habituales a lo largo de los años noventa: México,
Tailandia, Rusia, Brasil y un poco más tarde Argentina sufrieron el acoso de
los especuladores sobre sus monedas. España, también. Pero, en principio, el
dólar está en otra categoría.
«El declive del dólar
es evidente, por la propia desaceleración de la economía estadounidense. Y las
autoridades de medio mundo han empezado a diversificar sus reservas. Pero ese
es un proceso que viene de lejos, y que va a seguir siendo muy gradual.
Difícilmente puede haber correcciones drásticas porque al fin y al cabo la
economía de Estados Unidos empezará a recuperarse en la segunda mitad de este
año», asegura Pablo Guijarro, de AFI. En otras palabras: es normal el castigo,
que ha llevado el dólar a niveles nunca vistos, pero no se espera una debacle.
«Además, el dólar débil le viene de lujo a EE. UU.: sus exportaciones son más
baratas y permiten rebajar el déficit exterior», añade Guijarro.
José Carlos Díez,
economista jefe de Intermoney, destaca que Estados Unidos «necesita en estos
momentos un dólar a la baja para salir del paso». «Pero no va a dejar de ser la
moneda de referencia mientras la primera economía del mundo siga liderando las
ganancias mundiales de competitividad», asegura.
Tras la inestabilidad
en los tipos de cambio hay siempre desequilibrios comerciales. Y los
desequilibrios de balanza de pagos no han dejado de incrementarse en los
últimos años: los más de 700.000 millones de dólares del déficit estadounidense
contrastan con los holgados superávit de economías como Japón, China y otros
países emergentes. Un superávit sostenido suele suponer, a la larga, la
apreciación de la moneda, como en el caso de Alemania durante los años sesenta
y setenta. Y de igual manera, cabía esperar que el déficit de EE. UU.
desembocara en una depreciación de la moneda.
Hasta ahora, eso ha
sucedido a medias: el dólar pierde valor con respecto al euro, el yen y la
libra esterlina, pero no con relación a las divisas de las economías
emergentes, en parte por su rol como divisa de referencia. Sin embargo, para
Paul Donovan, de UBS, ese papel del dólar como moneda en la que se acumulan
reservas «está en franco declive». «Al dólar le va a suceder algo parecido a lo
que le pasó a la libra hace 90 años», augura.